domingo, 14 de abril de 2013

INTRODUCCIÓN

¿Quién está gritando? ¿Por qué no cesan esos gritos? ¿Por qué estoy aquí sola? ¿Por que está tan oscuro? ¿Por qué hace tanto frío?
¿Qué es esto que noto sale de mi cuerpo? Es... ¿sangre?
¿Mamá?¿Papá? ¿Hermano? ¿Hermana? ¿Dónde están todos? ¿Por qué se han ido?
Los gritos se callan, una voz melodiosa parece cantarme al oído, pero a mi lado no hay nadie. A lo lejos veo una luz. No puede ser verdad...¿Será que me estoy...muriendo?

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Dicen que cuando una estrella se muere, se apaga; otra nace y comienza a brillar, poco a poco más y más. Cuando una persona muere, otra nace, e igual que con la estrella, se ilumina poco a poco. Comienza a vivir. Le espera un largo camino... Puede que al principio su luz no alumbre mucho, y lo único que se observe sean esos llantos y quejidos propios de los bebés. Pero esa luz, por muy poco que brille ahora mismo, habita dentro de nosotros, y llegará el día, en que haya crecido lo suficiente en nuestro interior, y salga y se muestre tal y como es. Bella, increíble, radiante... Lo más maravilloso que tenemos, nuestra luz, nuestra alma.

Mamá y papá se han ido. Estoy sola en casa con hermano y hermana. Pero pasa algo raro, hermano está en la cocina, sentado en una esquina, en el suelo. Se abraza las piernas y se ríe solo, muy ruidosamente. Está pálido, tiene el pelo despeinado y sucio.
Hermano, ¿qué te ocurre?” pregunto. Hermano no contesta. Me mira a los ojos muy fijamente, y se ríe. Camino de espaldas hacia la puerta de la cocina, quiero salir, pero no puedo apartar los ojos de él. Estoy asustada, más por él que por mí. Hermano, ¿qué te ocurre?

Hermana está sentada en el sofá, llorando. Desesperada señala a la tele. Pero en la tele no hay nada, está apagada. Entonces, ¿por qué llora? ¿Qué ve ella en la pantalla?
Hermana, ¿estás bien? ¿Qué sucede?” Hermana no contesta, sigue llorando frente a la tele.

Ya han pasado dos horas, ¿dónde están mamá y papá? Tengo hambre, pero no quiero bajar a la cocina, pues hermano sigue tirado en el suelo, sin parar de reírse. Su risa me da miedo. No es la misma risa alegre que suele tener normalmente, es una risa... malvada... Es... como si no fuera su risa, como si no fuera él.
Hermana ha dejado de llorar, pero sigue sentada frente a la tele, no se mueve, no hace el menor gesto, parece incluso no respirar. Tan solo mira la pantalla del televisor muy fijamente, como si una imagen hipnotizante no le dejara apartar la vista. Pero la tele está apagada, allí no hay nada más que una pantalla negra.

Tres horas, cuatro... papá y mamá siguen fuera, y yo tengo mucha hambre.
Debo entretenerme con algo hasta que lleguen y me preparen la cena. Cojo uno de mis juguetes. Mi favorito. Una muñeca hermosa. Finos rasgos, suaves y elegantes, piel blanca, un poco rosada por las mejillas. Ojos azules, profundos, y un pelo largo, rubio y rizado. Lleva un vestido rosa, y sombrero a juego. “¿Qué tal está hoy, señorita Elizabeth?” le pregunto. “Muy bien señorita Carla, ¿Y usted?” Me responde. “Muy bien. ¿Le apetece una taza de té?” “Pues no le diría que no” Cojo una taza pequeña de plástico y le sirvo el té de mi tetera de juguete.”Es usted muy amable, señorita Carla, gracias” “De nada, Elisabeth.” “Y cuénteme, ¿qué le ocurre a nuestro hermano?” “No lo sé, lleva así un buen rato” “¿Crees que mamá y papá tardarán mucho en regresar?” “No lo sé” “¿Qué tal está hermana?” Yo me encogí de hombros. Pensaba que aquella charla con Elisabeth me distraería, pero lo único que hace es preguntarme sobre aquello de lo que precisamente no quiero hablar. Doy por zanjada la conversación y vuelvo a colocar a Elisabeth encima de la cama.
Quizás la música me despeje un poco. Cojo mi caja de música de encima del escritorio y giro la llave que le da cuerda. Una melodía tranquila y relajante comienza a sonar desde la caja, quizás un poco melancólica.
Oigo pasos, alguien sube por las escaleras a toda prisa. Me asusto. Quien sea que haya sido, parece haberse parado justo delante de mi habitación. La puerta está cerrada. Me da miedo abrirla. Miro hacia donde está Elisabeth, tengo la caja de música aún en mi mano. La llave gira, la música suena... Elisabeth me mira con expresión dolorosa. “¿Qué ocurre?” Elisabeth no me responde. Poco a poco me acerco a la puerta. Bajo el pomo, y ésta se abre lentamente. Pego un salto, dejando, sin querer, que la caja caiga al suelo. La música no se detiene. Hermano y hermana están frente a mí, los dos en la puerta, mirándome fijamente. Ambos sonríen, no entiendo por qué. Doy un paso hacia atrás, ellos uno hacia delante, vuelvo a dar otro paso, y ellos dan otro más. Poco a poco, paso a paso, consiguen arrinconarme contra la pared. Miro hacia la izquierda, Elisabeth llora. Miro a la derecha. La ventana. Ellos cada vez están más cerca, no sé lo que me harán, quizás no sea nada malo, al fin y al cabo, son mis hermanos. Pero todo esto me asusta, no lo comprendo, y sin pensarlo, abro la ventana y salto por ella.


 Por Ellen Hamon :)

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