sábado, 13 de abril de 2013

"Bella y Bestia"


Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, existió una vez un pequeño instituto. En aquel instituto todo estaba planificado y definido, cada uno tenía su lugar:
Los deportistas con los deportistas, los empollones con los empollones, los guaperas con los guaperas, etc.
Nadie se atrevía a dejar su grupo y relacionarse con otras personas, tenían miedo de lo que la gente podía pensar de ellos.
Pero había un joven, alto, pálido, de ojos marrones y pelo negro, que no tenía grupo. No era para nada atlético, ni un estudiante ejemplar, y aunque no fuera feo, tampoco lo consideraban un bellezón. Siempre andaba solo, porque intimidaba a la gente. No es que lo hiciera a propósito, la gente se asustaba nada más verlo porque estaba lleno de cicatrices, lo que le daba un aspecto un poco aterrador. Todos huían debido a su aspecto, nadie lo conocía en realidad, nadie sabía cómo era él por dentro. Nadie sabía que todos los fines de semana se dedicaba a ayudar en un albergue para pobres, dándoles de comer, o que recogía animales de la calle y los cuidaba hasta encontrarles una casa mejor; nadie sabía que la mayoría de esas cicatrices eran por culpa de su padre, que desde hace años abusaba de él y de su madre. Todos huían, se apartaban nada más verlo llegar, no sabían lo buena persona que era ese chico en el fondo, a pesar de lo mal que lo había pasado a lo largo de su vida.
Un día, mientras alimentaba a los gatos callejeros que vivían en un callejón cerca de su casa, vio como un hombre, armado con una navaja, intentaba aprovecharse de una joven muchacha.
La muchacha gritaba, pedía socorro, pero nadie la oía, pues muy pocas personas pasaban por aquella calle justo en ese momento.
El joven no se lo pensó dos veces, y a pesar de que aquel hombre tenía una navaja y él no contaba con nada para defenderse, no dudó en ir a socorrer a aquella chica, que tan asustada estaba.
Finalmente, tras varios movimientos forzosos, el hombre de la navaja huyó corriendo, no sin antes dejarle una nueva cicatriz al joven.
La chica estaba sentada en el suelo, llorando, sudando por culpa del miedo que había pasado.
-¿Estás bien?- Preguntó el muchacho. La chica no contestó. Entonces el joven pudo fijarse bien ella, y se dio cuenta de a quién acababa de salvar. Su nombre era Blanca, e iba a su instituto. Era la “líder”, digamos, del grupo de los guaperas, aquel grupo que tanto se había metido con él, que tanto se había esforzado por humillarlo y marginarlo, y ahora él acababa de salvar a uno de sus miembros.
Blanca era una chica muy guapa, de ojos grandes y verdes, pelo largo y marrón, dientes y boca perfecta...
-Gracias.- Logró decir al fin. El joven la llevo a su casa, que no estaba muy lejos, y le dio un vaso de agua para que se calmase un poco.- ¿Por qué me has ayudado?- Preguntó Blanca.
-¿Por qué no iba a hacerlo?- Respondió el joven.
-Después de como te hemos tratado mis amigos y yo, lo último que me esperaba de ti era que arriesgaras tu vida para salvarme.
-No me conoces-Dijo el joven- siempre intento hacer lo correcto y ayudar a los demás. Que no sea tan guapo físicamente como tú o los de tu grupo, no significa que tengáis un mejor corazón que yo. Sois atractivos por fuera, pero por dentro apestáis.- Aquellas palabras hicieron mella en Blanca. El joven tenía toda la razón. Por fuera era muy bella, y él quizás no tanto, pero uno se da cuenta de quien es realmente el malo del cuento cuando mira en su interior.


Por Ellen Hamon :)

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