miércoles, 29 de mayo de 2013

La curiosidad mató al gato


Matthew cruzó la puerta, indeciso. Dudaba de que aquello fuera lo correcto, por algo su tío se había mostrado tan estricto a la hora de mantenerlo alejado de aquella habitación. Pero la curiosidad que Matthew sentía en aquel momento podía más que todas las normas impuestas por su tío. Además, ahora no se encontraba en casa, no tenía por qué enterarse de que Matthew le había desobedecido.
La sala estaba oscura, no se veía nada. A Matthew le entró un poco de miedo, ¿dónde se había metido? De repente notó como algo suave caía lentamente sobre su cabeza y, temeroso, lo cogió. No estaba seguro, pero por el tacto aquello parecía la hoja de un árbol. ¿Dónde estaba? ¿Qué era realmente aquella habitación?
Decidió caminar a ciegas, quizás hubiera algún interruptor en alguna parte. Según avanzaba, notaba que el suelo que pisaba se reblandecía, ya no parecían losas de mármol, ahora era como... tierra. Pensó que su mente le estaba jugando una mala pasada, siempre había sido un chico con mucha imaginación. Pero lo cierto era que estaba asustado, no sabía hacia dónde iba, no sabía cómo salir de aquel lugar. Pero una vez más, la intriga y la curiosidad pudieron más que su miedo, y no dejó de caminar, quería descubrir lo que estaba ocurriendo.
No sabía cuánto tiempo llevaba caminando en la oscuridad, aquello que siempre había creído una habitación normal y corriente, ahora le parecía infinita. Por más que andaba en línea recta jamás chocaba con ninguna pared. No se oía ningún sonido, le costaba incluso escuchar sus propios pasos, no olía a nada, y como estaba tan oscuro, obviamente el sentido de la vista tampoco le servía de mucho. Aún tenía aquella hoja en su mano. Entonces, algo le hizo dejarla caer de pronto. Un ruido, como el rugido de un animal, de una bestia... Algo se abalanzó sobre Matthew y...
- ¡Ahhh! 
- ¡Te advertí que jamás abrieras esta puerta!- Rugió la bestia, que había derribado a Matthew.
Él forcejeaba, pataleaba y gritaba... Pero ya era demasiado tarde...
Siempre se lo habían dicho, desde pequeño, cuando se inventaba aquellas ridículas historias de fantasía y aventuras, y no paraba quieto explorándolo todo a su alrededor, metiendo las narices en asuntos ajenos... “La curiosidad mató al gato”


Por Ellen Hamon:)

lunes, 13 de mayo de 2013

No más cortes


Siempre le he dicho lo guapa que era. Siempre la he hecho sonreír. Siempre parecía estar bien cuando estaba conmigo. ¿Cómo iba a saber yo que no era así?
Me di cuenta un día mientras nos besábamos en mi cuarto. Entonces, ambos empezamos a desnudarnos. Ella se quitó la camiseta, y me quedé observándola un rato. Realmente era preciosa... La chica más bonita que jamás haya conocido. Además de lista, graciosa, simpática, amable... Era la chica perfecta.
Entonces me fijé. Ella siempre llevaba manga larga, pensaba que para resguardarse del frío, pero ese día descubrí, que lo hacía para cubrir sus cortes.
Cortes que tenía en el brazo, y que ella misma se había hecho.
-¿Qué es esto?- Le pregunté, preocupado.
-No es nada- Dijo ella, apartando el brazo.
-No me mientas. ¿Qué son esos cortes?
-Son...
-¿Son?
-No son nada, en serio. - Ella recogió su camiseta del suelo y se la puso de nuevo.
-¿Qué te ocurre? ¿Por qué te haces eso?- Le dije casi apunto de llorar. Entonces ella me explicó, entre lágrimas, que era tan solo una manera de llevar el control, de controlar la pena que sentía por dentro. Me explicó qué clase de cosas le hacían sentir esa pena, como que sus compañeros de clase se burlaban de ella, no sabía bien por qué, que su padres la ignoraban o le gritaban... Me explicó que llevaba mucho tiempo sintiéndose de aquella manera. Sentía que no merecía todo aquello y que era mejor no existir, porque nadie la quería. -Yo te quiero. Te quiero más que a nada. No lo olvides, no estás sola. Me tienes a mí. Te quiero, pero por favor, no lo hagas más. - No pude evitar llorar yo también.- No más cortes, por favor... No más cortes...
-Todo parecía ir bien al día siguiente. Llegó al instituto feliz, saludando a la gente e incluso sonriendo. Pero al entrar en clase y fijarse en las miradas de sus compañeros, se sintió impotente, y me mandó un mensaje:
-Te quiero, con todo mi corazón, y te querré hasta la muerte” Pensé que no era nada, no sabía que lo de muerte lo decía literalmente, así que le contesté con un “Yo también te quiero”.
-Tuve entonces un mal presentimiento, sabía que algo no iba bien. Supongo que os sonará a locura, pero realmente sentí la pena y angustia de mi novia en aquel momento, y me asusté. Corrí a su casa, me fue fácil entrar, pues la puerta estaba abierta. Subí las escaleras hasta el piso de arriba, oía el sonido del agua saliendo del grifo, y entré en el cuarto de baño. Entonces la encontré. Allí, tirada en el suelo, lleno de sangre, inconsciente, con varios cortes en la muñeca y un cuchillo en su otra mano. Mi corazón se paró, se me acababa el aire, no podía respirar, no podía ver nada. Me acerqué a ella, con lágrimas en los ojos. La moví, intenté hacerla reaccionar, pero no hubo resultado.
-Me lo prometiste. No más cortes, ¡no más cortes!- En seguida me levante y llamé a una ambulancia, que la llevó de inmediato al hospital. Sus padres no tardaron en llegar, los había llamado un rato después al trabajo, para informarles de lo que había sucedido. Los tres esperábamos en la sala de espera cuando vimos aparecer al médico que había atendido mi novia.
-Lo siento- Fueron sus palabras- Había perdido mucha sangre, estaba ya en muy malas condiciones cuando la trajimos... No hemos podido hacer nada.

En ese momento, mi mundo se derrumbó, porque ella era mi mundo, ella era mi vida, ella lo era todo para mí. Y ya no estaba. Ni siquiera me fijé en la reacción de sus padres, me dirigí hacia los asientos y me senté, tratando de asimilar las palabras del doctor. “No hemos podido hacer nada”, “había perdido mucha sangre” …
- Me lo prometiste...-Dije, con la esperanza de que estuviera donde estuviese me escuchara.- Me lo prometiste. No más cortes... No más cortes...



Escrito por Ellen Hamon :)

domingo, 12 de mayo de 2013

Y que todo siga igual



    A veces me despierto, creyendo que nada a cambiado. Creyendo que sigo siendo la misma niña pelirroja, bajita, de ojos azules, pálida y con pecas en la cara. Creyendo que me sigo llamando Saray y que mis padres estarán desayunando en la cocina, como cada mañana; que las calles siguen cubiertas por la nieve de este frío invierno en el que acabamos de entrar; que mi gato seguirá dormido junto al fuego, como cada día; creyendo, que todo sigue igual.
    Cosa que no es cierta. Hace tiempo que el invierno se fue, llevándose consigo al hermoso gatito que solía acurrucarse al lado de la chimenea, ya era muy viejo el pobre; hace tiempo que dejé de vivir con mis padres, y que dejé de ser una niña bajita, he crecido, he madurado...
    A veces me gustaría que todo siguiera igual, que las cosas fueran como cuando era pequeña. Todo era mejor entonces. Por eso, por la noche, cuando me voy adormir, ahora junto a mi marido, después de haber acostado a mis hijos, recuerdo el pasado, sueño con él... Y me despierto pensando que nada ha cambiado, que todo sigue como antes...


    Por Ellen Hamon :)

viernes, 3 de mayo de 2013

Sinceramente:



Siento decepcionarte, pero no soy como tú y nunca lo seré.
No tengo tus virtudes, pero gracias a Dios tampoco tengo tus defectos.
No tengo tu don para el orden, no sé cómo organizar las cosas, ni si quiera cómo organizarme a mí misma; al contrario que tú, no soy para nada rencorosa, sé que te gusta que te den varias oportunidades, pero luego tú no las das, y yo sí; no tengo tus preciosos ojos color verde (aunque nadie sepa apreciarlos porque son demasiado pequeños), ni tu maravilloso acento americano, pero al menos soy capaz de esforzarme para intentar mejorar, para que veas cómo mejoro, pero desgraciadamente no es algo que tu aprecies...
Sé que has pasado por mucho, pero eso no te da derecho a pagarlo con los demás, y menos conmigo, ya que siempre me estoy esforzando por ganarme una mísera sonrisa, un mísero abrazo, o por lo menos un “hola” cuando llego a casa.
Yo también he pasado por lo mío, de hecho, sigo sufriendo aunque no lo parezca, aunque tú pienses que sea demasiado pequeña para saber de la vida. Y jamás se me olvidará esa frase, que como tantas otras que me has dicho quedará marcada para siempre en mi cabeza: “ Ya te darás cuenta con el tiempo, y ya lo pagarás con tus hijos”. No. No, señor. Ahí debo llevarte la contraria. Jamás culparé a mis hijos de lo que me haya pasado, o me esté pasando en ese momento, porque si, como todos los padres dicen, “yo ya tuve tu edad”, comprenderé la clase de cosas a las que se enfrentan, y jamás se me ocurriría ponerles más peso en los hombros del que ya tienen.
Todos somos frágiles en el fondo, aunque intentemos aparentar que somos rocas por fuera, por dentro todos somos de cristal.
A pesar de que somos muy diferentes, hay algo en lo que de cierto modo nos parecemos: A pesar de todo lo que nos ha pasado, de todo lo que nos pasa cada día, somos capaces de seguir adelante. Por motivos diferentes, con diferentes motivaciones, pero ni tú ni yo nos rendimos nunca, venga lo que venga.
Quizás tú manera y la mía sean demasiado diferentes para que llegues a comprender, cómo y por qué digo lo que digo y actúo como actúo, pero hay una cosa que tengo clara, no voy a cambiar, ni por ti ni por nadie, porque si a mí me va bien así, si así he encontrado la manera de seguir adelante, voy a continuar como hasta ahora. Por que yo soy yo.
Porque nunca he sido como tú, y nunca lo seré. 


Por Ellen Hamon :) 

jueves, 2 de mayo de 2013



Nunca he sido un romántico. No soy de esa clase de chicos que prestan demasiada atención a los detalles, o dicen cursiladas, o van a la playa por la noche con la chica de sus sueños, ni a una cena a la luz de las velas... No soy ni si quiera de los que le gusta ir cogidos de la mano.
Supongo que esa es una de las razones por las que sigo solo.
Ha habido muchas mujeres, sí, pero no he sido capaz de retenerlas a mi lado. Conmigo todo es monotonía, lo reconozco, no soy un chico especialmente guapo o inteligente, ni gracioso, mi rutina es de los más normal, ni siquiera hago deporte.
Esos es lo que más le fastidiaba a Laura. Laura fue mi última novia, y la más importante. Honestamente, Laura ha sido  la única que realmente me ha importado. Es perfecta. Guapa, lista, activa, siempre sonriente... Cómo la echo de menos. Ella se merecía algo mejor, algo que yo no podía ofrecerle. No hablo de cosas materiales, pues la verdad es que no ando mal de dinero, soy un abogado de alta reputación. Pero ella necesitaba atención, y yo fui un estúpido por no dársela.
Esto me ha hecho pensar, me ha hecho pensar en lo que soy y lo que quiero ser.
Hoy me quito la etiqueta de aburrido, y empiezo a vivir la vida. Con suerte, alguien querrá vivir la suya a mi lado.


Por Ellen Hamon :)