miércoles, 3 de julio de 2013

Pensamientos de un bebé


Elena sonreía, asombrada, ante todo lo que veía. El cielo azul, un sol gigante iluminando el cielo, algunas nubes blancas que se movían con la suave brisa que soplaba. Sentada en la hierba, podía sentir el tacto, el olor, la delicadeza de las flores que la rodeaban, tan diferentes, tan coloridas. Árboles altísimos a lo lejos, en la montaña. Mariposas revoloteando alrededor, y la pequeña casita blanca al fondo del prado...
Una mariquita se posó en la pierna de la bebé. Ella, impresionada, intentó atraparla entre risas, hasta que la mariquita salió volando. Elena extendió la mano todo lo que pudo para alcanzarla, pero la mariquita siguió su camino.
Elena era pequeña, aún no había aprendido a hablar, ni siquiera se sostenía en pie por sí misma, tenía que gatear para desplazarse, y llorar si tenía hambre, o frío, o sueño, o por cualquier cosa. Eso era algo que a veces irritaba a sus padres, y ella lo sentía mucho, pero no sabía de qué otra manera comunicarse.
Su madre estaba justo detrás de ella, sujetándola por la espalda para que Elena no se cayese. Tumbada en la hierba, disfrutando de aquel maravilloso día, canturreaba una cancioncilla que su madre solía cantarle siempre, por lo que terminó memorizándola. Elena ya había empezado a reconocerla, cada vez que su madre la cantaba, Elena sabía de qué canción se trataba, aunque todavía no fuese capaz de cantarla con ella. A Elena le gustaba mucho la voz de su madre, suave, dulce, siempre calmada...
- ¡Cariño! ¡La comida está lista!- Gritó papá desde el interior de la casita blanca.
- ¡Ya vamos!- Dijo mamá.- Elena, tesoro, ¿tienes hambre?- Elena tan solo sonreía, admirando lo guapa que era su madre.- Vamos, vamos a ver qué nos ha preparado papá.- La madre cogió a Elena en brazos, ésta contenta y sonriente. Todavía le quedaba mucho por aprender, pero tenía ganas. Ganas de conocer más cosas, ganas de pasar más tiempo con esa mujer y ese hombre, su padre y su madre, que tanto la cuidaban y tan feliz la hacían. Elena esperaba poder devolverles todo aquello algún día.



Ellen Hamon.



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